35 AÑOS SIN DON LUIS BUÑUEL
El pasado 29 de julio se cumplieron 35 años de la muerte de Luis Buñuel en Ciudad de México.
Aquí le recordamos con una pequeña reflexión acerca de aquello que une y diferencia sus películas de un modo más sustancial.
Es muy difícil que un artista, un poeta, en este caso un cineasta, tenga una obra de más de una pieza y no sea dividida por los estudiosos y aficionados esa obra en dos. ¿A cuál prefieres, al de la primera o al de la segunda película? Con Buñuel esta división también se ha planteado muy a menudo. La más habitual y de más éxito: ¿Qué Buñuel prefieres? ¿El hispano mexicano o el francés?
Ante éste envite, en el caso de Buñuel, lo primero sobre lo que hay que llamar la atención es sobre el hecho de que la división y el objeto de preferencia que se plantea es exterior a las películas. Se trata de su nacionalidad. Enseguida se arrimarán otros argumentos: la nacionalidad ha acarreado diferencias estilísticas y aún argumentales entre unas y otras producciones… No es así. Nunca de un modo esencial.
Una de las cosas más llamativas de Buñuel, refiriéndonos únicamente a su cometido como director, con una carrera que se extiende desde 1929 hasta 1977, casi 50 años, es la unidad de sentido y planteamiento de sus treinta y dos películas. De todas ellas. En cualquiera de ellas -diferentes sí en presupuesto, en libertad de medios y de acción, también en algún rasgo técnico o estilístico porque algo siempre se aprende o desaprende en tantos años-, en cualquiera de ellas, decimos, hay una misma inspiración, una misma estrategia dialéctica y metafórica. Se podría decir que hay incluso un mismo tema central, manifiesto o latente. En todas ellas. (Sin diferenciar, diferencia mucho más interesante por cierto, entre lo que podríamos llamar su cine realista y su cine surreal).
¿Quiere esto decir que nos quedamos sin poder hacer esa división en dos y sin poder elegir entre una de las partes? No. Pero la división, para ser de interés especial, debe referirse al interior de la obra, no a su exterioridad. Y para hacerla bien toca remitirse una vez más al propio Luis Buñuel, que si bien fue remiso en confesiones artísticas no dejó de ser singularmente lúcido cuando se animó a hacerlas.
Ya en su última etapa le plantean una divergencia de tono en sus películas. Y acepta la presencia de esa diferencia. Dice (cito de memoria): “Es cierto, con los años he cambiado. Antes, por ejemplo, me presentaban una hostia consagrada e inmediatamente escupía sobre ella. Ahora me la presentan y digo: No, gracias, no fumo de eso”.
Y, efectivamente, si uno repasa su cine nos encontramos con esa diferencia entre las películas de escupitajo y las películas de no, gracias. ”La Edad de Oro”, “Los Olvidados”, son claramente películas de escupitajo (una francesa y la otra mexicana); “El Ángel Exterminador” y “El Discreto Encanto de la Burguesía” son películas de no, gracias, (una mexicana, la otra francesa).
Si tuviese que establecer el punto en el que se produce esa división de tono, diría sin dudar que entre “Viridiana” (1961) y “El Ángel Exterminador” (1962). Dos películas con el mismo productor. Pero llamando la atención sobre el hecho de que, antes y después de ese hiato, hay presencia del otro tono. “Ensayo de un Crimen” y “Así es la Aurora”, películas de no, gracias, son anteriores a “Viridiana”. “Diario de una Camarera” y “Simón del Desierto”, películas de escupitajo, son posteriores a “El Ángel Exterminador”. Y a veces, hay que decirlo, surge la duda sobre si está escupiendo, diciendo que no, gracias, o las dos cosas.
Sin embargo, conviene llamar la atención sobre la íntima identidad entre las dos diferentes actitudes. La propia enunciación buñueliana evidencia que se trata de una diferencia de tono enmarcada en una constancia: enfrentarse a, luchar contra, el orden dominante. En esto hay una unidad sin fisuras: en querer hacer sentir que no vivimos en el mejor de los mundos posibles, en mantener siempre vivo el margen de disidencia necesario para que el Poder no se sienta nunca del todo justificado y evitar así tentaciones fascistas. Son objetivos suyos, del cine de Luis Buñuel, expresados por él mismo y que podemos encontrar en todas y cada una de sus películas.
Xavier Bermúdez
Autor del libro: «Buñuel: espejo y sueño».